miércoles, 27 de mayo de 2009

LA DIMENSIÓN EMOCIONAL DEL EMBARAZO

Muchas mujeres viven situaciones de gran conflicto emocional
cuando se enfrentan a un embarazo no deseado, propiciadas por
los patrones culturales que limitan sus posibilidades para tomar decisiones
autónomas en torno a la sexualidad y la reproducción. Una
buena parte de las mujeres que deciden abortar lo hacen en condiciones
sumamente difíciles, en tanto son objeto de la estigmatización
social y se perciben a sí mismas como transgresoras de valores
morales y religiosos fuertemente arraigados en la sociedad mexicana
(Rivas & Amuchástegui, 1998).
Es importante señalar, sin embargo, que la interrupción de un embarazo
no deseado es una experiencia que las mujeres asumen de
acuerdo con sus condiciones individuales y con el entorno social en
el que viven. Las mujeres interrumpen sus embarazos por razones
muy diversas, y no todas tienen secuelas emocionales y sentimientos
de culpa después de un aborto. Muchas se sienten aliviadas y
agradecidas cuando reciben una atención integral, segura y respetuosa
por parte de médicos(as) que practican abortos apoyándose
en una postura ética centrada en el respeto a la autonomía de las
mujeres.
La carga moral que para muchas personas supone el aborto es consecuencia
de los estereotipos culturalmente aceptados para definir la
feminidad, así como de la valoración de la maternidad como el atributo
esencial de las mujeres. Por otra parte, si bien México es un país
de tradición laica, la Iglesia católica ha jugado siempre un importante
papel en el contexto político del país e influido en la actitud de
sectores sociales muy amplios respecto a la sexualidad y la reproducción.
La percepción de la alta jerarquía católica sobre estos aspectos
se traduce en normas y principios morales rígidos que operan como
un poderoso dispositivo para mantener las condiciones de subordinación
y de desigualdad social de las mujeres:
"...en la concepción católica sobre la maternidad, que es la
que prima culturalmente en nuestro país, una madre siempre
debe anteponer el hijo a sus necesidades y deseos como
persona. Así, el valor de una mujer radica tanto en su función
de recipiente que tiene una nueva vida, como en que
cumpla el imperativo que simboliza la feminidad: el conjunto
de virtudes de abnegación, altruismo y sacrificio que exigen
postergarlo todo en aras del hijo, del marido, de la familia
(...) pocas mujeres se atreven a decir abiertamente que
hay ocasiones en que no quieren ser madres. Claro que ante
un embarazo no deseado, existen mujeres que no se resignan
y recurren al aborto ilegal; pero al no conceptualizar
la maternidad como elección sino como destino "natural",
viven su elección con culpa, sin asumirla abiertamente.
¿Quién va a reconocer no sólo haber cometido un delito o
pecado sino haberse opuesto al destino sublime de ser madre?"
(Lamas, 1997).
Las reacciones emocionales negativas posteriores a la interrupción de un embarazo
no deseado tienen una relación muy directa con la calidad de la atención
que ofrecen los hospitales públicos a las mujeres que buscan atención de urgencia
por las complicaciones de una intervención realizada en condiciones inseguras.
La calidad técnica de la atención varía de acuerdo con los recursos de los
hospitales, pero la mayoría carece de personal capacitado para proporcionar servicios
integrales de atención post-aborto, que aseguren el seguimiento de las
mujeres, les brinden apoyo emocional, o les ofrezcan información amplia y accesible
para evitar un nuevo embarazo no deseado.
Por otro lado, es frecuente que las mujeres de quienes se sospecha que se indujeron
un aborto sean objeto de la indiferencia o el maltrato por parte del personal
de los servicios. Las actitudes punitivas que asumen muchos(as) de los(as)
profesionales de la salud frente a las mujeres que abortan tiene que ver no solamente
con los estigmas sobre la interrupción del embarazo o con su prohibición
legal. El maltrato que en general reciben las mujeres en los hospitales públicos
tiene también relación con aspectos vinculados a las condiciones de subordinación
genérica de las mujeres, a la precaria situación social de aquellas que sufren
complicaciones con mayor frecuencia, y a la desigualdad de las relaciones de poder
que habitualmente se establecen entre médicos(as) y pacientes.
(HTTP:CCPU.UCR.AC.CR/AC/GONZALEZ.PDF)
CONSULTADO EL DIA 270509

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